jueves, 4 de diciembre de 2008

El arte que suena

Artista pop: Malcolm Roxs actuó en “La Taberna”

Por Diego Sebastián Maga
El mítico “riff” de guitarra de Slah nos vuelve a poner alerta. Quienes conversan, hacen silencio. Quienes caminan, se detienen. Quienes toman, apuran el trago. Todos miran. Lo miran a él. En realidad, miran al “caos creativo” que parece producirse cuando sus manos se dejan llevar por la potencia sonora de “Sweet child O’ mine”
Malcolm Roxs es quien está en el ojo de la “tormenta creativa” que se desata ante la tela. La mítica canción de “Guns N’ Roses” va tomando posesión del artista y la (en principio) caótica expresión pictórica va tomando forma humana. Aquella furiosa franja roja que dejó con sus dedos (de un solo movimiento), ahora es la “bandana” que sujeta el pelo rubio de Axl Roses. Segundos más tarde, con el estribillo sacudiendo a “La Taberna”, descubriremos al vocalista de perfil, cantando casi en sincronía la afiebrada versión de los “Guns”. Mientras Roxs salpica de azul al artista que ruge, el rostro de Bob Dylan (de lentes oscuros) observa la escena tendido en el suelo. Debajo, descansan en silencio Marley y Freddie Mercury (las pinturas que abrieron el intenso show del viernes).
El imaginario de Malcolm Roxs atraviesa el universo del rock y rescata -en cuestión de minutos- a los artistas que lo volvieron célebre, revolucionario, sensible, profundo y comprometido. En sus espectáculos, las artes se funden sutilmente. Nada parece forzado. La música inspira a la plástica y viceversa. De esta noble aleación, que va de los oídos a los ojos o de los ojos a los oídos, es que surge una de las obras “repentistas” más originales de la actualidad.
El artista combina instantánea e intensamente sus pasiones y el producto final nos devuelve una constelación de músicos que van de “Kiss” a Lennon y de Cobain a Calamaro. A la velocidad del sonido, Roxs pinta en tiempo real. Sin respiro. Las canciones (clásicos imborrables) ponen a su imaginación y a sus manos en movimiento. Sus dedos se hunden en las latas de pintura y luego se deslizan en telas negras. Así, su arte manual va dando cuerpo y alma a los músicos más influyentes de un movimiento que con Roxs se ve y se siente.