jueves, 4 de diciembre de 2008

El arte que suena

Artista pop: Malcolm Roxs actuó en “La Taberna”

Por Diego Sebastián Maga
El mítico “riff” de guitarra de Slah nos vuelve a poner alerta. Quienes conversan, hacen silencio. Quienes caminan, se detienen. Quienes toman, apuran el trago. Todos miran. Lo miran a él. En realidad, miran al “caos creativo” que parece producirse cuando sus manos se dejan llevar por la potencia sonora de “Sweet child O’ mine”
Malcolm Roxs es quien está en el ojo de la “tormenta creativa” que se desata ante la tela. La mítica canción de “Guns N’ Roses” va tomando posesión del artista y la (en principio) caótica expresión pictórica va tomando forma humana. Aquella furiosa franja roja que dejó con sus dedos (de un solo movimiento), ahora es la “bandana” que sujeta el pelo rubio de Axl Roses. Segundos más tarde, con el estribillo sacudiendo a “La Taberna”, descubriremos al vocalista de perfil, cantando casi en sincronía la afiebrada versión de los “Guns”. Mientras Roxs salpica de azul al artista que ruge, el rostro de Bob Dylan (de lentes oscuros) observa la escena tendido en el suelo. Debajo, descansan en silencio Marley y Freddie Mercury (las pinturas que abrieron el intenso show del viernes).
El imaginario de Malcolm Roxs atraviesa el universo del rock y rescata -en cuestión de minutos- a los artistas que lo volvieron célebre, revolucionario, sensible, profundo y comprometido. En sus espectáculos, las artes se funden sutilmente. Nada parece forzado. La música inspira a la plástica y viceversa. De esta noble aleación, que va de los oídos a los ojos o de los ojos a los oídos, es que surge una de las obras “repentistas” más originales de la actualidad.
El artista combina instantánea e intensamente sus pasiones y el producto final nos devuelve una constelación de músicos que van de “Kiss” a Lennon y de Cobain a Calamaro. A la velocidad del sonido, Roxs pinta en tiempo real. Sin respiro. Las canciones (clásicos imborrables) ponen a su imaginación y a sus manos en movimiento. Sus dedos se hunden en las latas de pintura y luego se deslizan en telas negras. Así, su arte manual va dando cuerpo y alma a los músicos más influyentes de un movimiento que con Roxs se ve y se siente.

jueves, 28 de junio de 2007

Ferrúa: Un artista por naturaleza

El escultor de San José expone su arte ecológico en España

El artista se sumerge en la naturaleza misma para ir al rescate del “arte vivo”. Latente. Un estado de latencia que es el componente vital de su obra más reciente. El escultor se apropia de materiales tan expresivos como naturales y, sin romper la armonía medioambiental o adulterarla violentamente, entrega a los ojos una nueva visión que la re significa.

Por Diego Sebastián Maga
La escena circundante del medio ambiente es el génesis de su creación actual. El escultor se apropia así de materiales tan expresivos como naturales y, sin romper esa armonía, preestablecida por siempre en el medio ambiente, sin adulterarla violentamente, entrega a los ojos una nueva visión que la re significa. Esta intervención o fusión propone una segunda interpretación del entorno ecológico con el fin de revelar su sentido estético. Un arte al natural. O la naturaleza del arte. O a un artista por naturaleza. Otra percepción del paisaje cuyo secreto es distinguir más que ver.
Sergio Ferrúa crea estructuras de maderas, tratadas y pulidas, de árboles que han sufrido su destino lógico. A las formas piramidales integra respetuosamente semillas de bellotas, hojas, etc. Luego interviene en un sitio específico del río y libera su expresión escultórica con el musgo que navega oscilante por el agua y da lugar a la acción artística.
Este tipo de obras agrestes componen “Espai de protecció, intimitat i somnis” (“Espacio de protección, intimidad y sueños”). Un proyecto que el plástico de Villa Rodríguez dirige y desarrolla (del 2003 al presente) en la zona montañosa de La Jarra en Buñol (pueblo que es el centro de la provincia valenciana) y que de junio a septiembre exhibe en la sala “Estufa Freda” del “Jardín Botánico” de la “Universidad de Valencia” (España), tanto en fotografía documental como en escultura y vídeo.
En una de sus más recientes creaciones presentes en la citada exposición española, “Polen, corazón y vida” (2007), el plástico interviene sobre el mismo cauce de un río, utiliza palos de madera que parten del cuadrado y se proyectan en pirámide, cuyas extremidades superiores se abren a modo de flor, donde coloca una esfera trabajada de forma algorítmica con plantas secas y hojas que conforman el núcleo, al igual que aquellas plantas que liberan el polen y se distribuye por el viento o el agua.

Vida y obra
Sergio Ferrúa (nacido en 1959 en San José, Uruguay) decidió aprender arquitectura pero después de varios viajes a la ciudad de Buenos Aires optó por plantearse su formación personal desde la escultura. A mediados de los ochenta comenzó a participar en concursos de escultura, obteniendo algunas menciones, entre ellas el Premio “Extranjeros en la Bienal de Buenos Aires” (1985). Intervino en muchas exposiciones individuales y colectivas y participó en simposios internacionales de Sudamérica y Europa. Sus esculturas figuran en plazas públicas de Uruguay y Chile.
A partir de instalaciones realizadas como “Ladrillo producto de exportación…” (2000) que exhibe en Montevideo y “Later Crudus” (2001) que presenta en Santiago de Chile, su obra comienza a girar por diversas latitudes. Tras el uso de materiales del Arte Povera (ladrillo crudo), y marcado por lo social de la periferia marginal que muestra en sus creaciones, conduce su obra por nuevas líneas de actuación y diálogo en el territorio y el medio ambiente.

Ojos que ven
“Utopía Sagrada” - Algarrobo (2004): “Comencé a construir pequeñas moradas sagradas que en vez de adorar dioses sirven para adorar utopías.”

“La Casa del Perfumista” - Ciprés (2005): “En la intervención al ciprés donde construyo “la Casa del Perfumista”, vuelvo a revisar y ampliar la atmósfera en que trabajo, conducido por medio de la sensibilidad olfativa, del aire puro y de la naturaleza, que purifica y nos da olor. La percepción olfativa es la que guía a los demás sentidos en la captación del mundo exterior.”

“Morada del Guardián” - Algarrobo (2006): “Establece un diálogo de protección en relación a la semilla, a su ADN, al medio ambiente y a los cultivos transgénicos, que pueden desplazar a las variedades autóctonas conservadas durante siglos.”

Muestra: “Espacio de Protección, Intimidad y Sueños”
Plástico: Sergio Ferrúa
Lugar: Estufa Freda - Jardí Botànic (Valencia, España)
Cierre: 9 de septiembre de 2007
Días y horario: de martes a domingo de 10 a 20 horas
Entrada: gratuita

sábado, 9 de junio de 2007

Un tesoro por descubrir

Museo del Gaucho: el escultor Heber Rigueti expone por vez primera en Montevideo

Así como el artista dedicó su vida a buscar los tesoros ocultos de los materiales (esto es: descubrir un sentido estético a desechos de hojalata, elementos incompletos, rotos, fragmentos irreconocibles o inútiles para la cultura del consumo), su obra –en determinados ambientes- reviste idéntica condición. Es decir, es un tesoro escultórico aún por descubrir para públicos tales como el montevideano.

Por Diego Sebastián Maga
La Muestra Retrospectiva que abrió el martes 5 de junio en el “Museo del Gaucho y la Moneda” de Montevideo seguramente va a funcionar como mapa de un tesoro (su impactante obra escultórica). Un tesoro cuyo fin es el de cualquier tesoro: ser descubierto. Tarde o temprano. Y en el caso de las creaciones de Heber Riguetti, este concepto no suena caprichoso: el escultor maragato dedicó su vida a buscar los tesoros ocultos en los materiales. Esto implica hallar un sentido estético en la misma chatarra, en desechos, elementos incompletos, rotos, fragmentos irreconocibles o inútiles para la cultura del consumo. Estos objetos anónimos siempre escondieron algo para él. Han sido el génesis de su obra.
A contrapelo de un mundo del descarte que exige usar y tirar, sus inquietudes estéticas lo estimularon a hurgar, levantar y crear. Juntar objetos “anónimos” en el “nombre del arte”.
La exposición abierta en la galería montevideana (por espacio de 20 días), es, aunque parezca extraño, la primera de carácter individual que protagoniza Riguetti en la capital del país. Por tanto, la experiencia adquiere una dimensión superior. Todo comenzó en la muestra de José Zorrilla de San Martín que se produjo en la Quinta del Horno, organizada por el Banco República (institución que dirige el espacio cultural capitalino). Riguetti es admirador de la obra escultórica de Zorrilla y ese fue el disparador para que el plástico maragato se cruzara con las autoridades del BROU que –tras asistir a su taller- de inmediato se interesaran en él.

De la mitología a la cultura popular
Meses atrás, el centro de la ciudad pudo convivir durante un mes con las criaturas de su imaginario. En el ciclo de plásticos de San José, que funciona en “Espacio Arte” (Galería Angulo”), Riguetti presentó un arco escultórico (de técnicas variadas) que fue de lo mitológico (un centauro haciendo equilibrio sobre una esfera) a lo popular (un “gramillero” en pleno temblequeo de desfile carnavalero). Creaciones escoltadas por un inquietante caballo que emergía -casi violentamente- desde el fondo de la vidriera.
Todas ellas, figuras con vibración. Justamente, el componente unificador las piezas exhibidas. Arte en movimiento. Eso es lo que comunicó aquella exposición individual. El movimiento de las ideas del artista (girando en su cabeza), el movimiento literal de su cuerpo y manos (al transferir esas inquietudes al acto creativo, dando vueltas alrededor de la obra inacabada para convertir la impureza en bellaza) y el movimiento interior que produjo en los observadores (las emociones y el goce estético que se movieron en quienes vieron las esculturas concluidas del otro lado el vidrio). (DSM)

El artista por el artista
El contacto entre los plásticos Heber Riguetti y Nelson Romero ha sido –en el intercambio de ideas y en las colaboraciones creativas- muy estrecho. A tal punto que aquel, llevó a las tres dimensiones algunas ilustraciones de éste. Esta experiencia que evolucionó del plano a la tridimensionalidad es apenas uno de los tantos contactos que ambos han mantenido.
Posiblemente, ese mutuo conocimiento insidió para que Romero escribiera los textos que completan la Muestra Retrospectiva y la interpretan; la leen y expresan desde otro universo: el de las letras. Así es como el artista ve al artista: “Sus volúmenes a veces de pátinas metálicas, a pesar de su pequeño tamaño, nos producen el impacto de objetos que pesan toneladas, de formas llegadas del cosmos, y que en la modificación de sus proporciones, encierran una simbología críptica, sólo descifrable ante un ojo entrenado para deleitarse con los diálogos de luces y sombras (…) En sus tamborileros y figuras de carnaval, construidas en base a complejos entramados de fibras metálicas y pequeños planos traslucidos, la luz danza en una sublime sinfonía, sobre violentas sombras (…) Herraduras, caños, azadas gastadas por el tiempo, géneros petrificados por una sagrada alquimia; alambres, tornillos, extrañas piezas de una maquinaria galáctica, todo es conjuntado por la mano de este notabilísimo manipulador de universos (…)”

Muestra: Heber Riguetti
Abierta: hasta el 25 de junio
Lugar: Museo del Gaucho y la Moneda (Montevideo)
Dirección: Avenida 18 de Julio 998 (esquina J. Herrera y Obes)
Días: martes a viernes (9:30 a 12 y 13:30 a 18 horas) y sábados y domingos (de 16 a 19)
Teléfono: (02) 900 87 64

martes, 29 de mayo de 2007

Te vi, y yo no buscaba a nadie te vi

Lo esencial no es invisible a los ojos. Al menos en este caso. Una muestra que recoge 40 retratos de músicos, escritores, actores, dibujantes y políticos cuya obra los inmortalizó. Mujeres y hombres nacidos para que no los dejemos morir en la memoria. En la emotiva, pasional o racional. Personajes imprescindibles de la cultura contemporánea y un arte capaz de que nos olvidáramos de olvidarlos.

Por Diego Sebastián Maga
Todo eso sugiere la exposición del fotógrafo Andrés Fernández abierta en la Sala Eduardo Carbajal (Teatro Macció). Es que determinadas muestras fotográficas no hacen otra cosa que estimularnos a ver cada foto no desde la acción pasatista y superficial (de pase y siga) sino desde la observación profunda. Esa que arrastra una curiosidad y emoción tales que nos empuja a interiorizarnos del cómo, el dónde, el cuándo y el por qué de cada escena y persona fotografiada. Es decir, ni más ni menos que una reflexión visual de un tiempo y un espacio.
“Vivos e inmortales” presenta una colección (en elegante blanco y negro) de 40 retratos de personajes imprescindibles de la cultura contemporánea. Para ejercitar la mirada reflexiva.

Obdulio Varela: anciano, de mirada perdida. Pensando. Está tapando su boca. Seguramente por la elegancia de no denunciar el olvido de algunos que se acordaron (en vida) de su mito cuando les convino. Así aparece el “Negro Jefe”, a solas con el silencio. Justo él, que tantas multitudes atajo y ovaciones provocó. En esa foto, hasta se pueden adivina los fantasmas –para bien y para mal- de “Maracaná”. Esa gloria pasada. Se karma de haber sido y ya no ser. Esa imagen (que abre la colección) es puro tango. Es pura nostalgia.

China Zorrilla: en su mejor rol. El de oradora. China aparece hablando y si intenciones de parar. Con esa virtud de narrar historias casi sin respirar. Y al fin, la foto no hace más que mostrar lo que China es: un historia contada… y bien.

Jaime Roos: es retratado de costado, canta concentrado y de ojos cerrados. Señala con su dedo adelante, en pose de zaguero que está a punto de despejar grita: ¡salimos! “Por la mirada se ve más lejos / por la mirada se llega antes que el otro / se sabe cuado creer / si miedo a creer” canta Jaime en su último disco y algo de eso hay.

Mario Benedetti: el entrañable Mario (casi como un abuelo sabio, afectuoso y “canchero”) insinúa un sonrisa y pone cara de “yo no fui” aunque los libros a sus espaldas aseguren lo contrario y digan: “sí, fuiste vos.”

Rúben Rada: peinado afro extremo. Lentes un tanto raros. Pero lo raro –vaya a saber por que misteriosa razón- a él siempre le quea bien. A lo mejor porque lo usa sin prejuicios ni preocuparse por el qué dirán. Ahí estale negro, casi meditando alguna respuesta ante alguna pregunta. Su mejilla descansa sobre su puño. Está barbudo y a punto de contar y cantar su historia.

Canario Luna: una de las mejores fotografías. Allí sus ojos miran a no sé dónde y parecen extraviarse en un sitio inaccesible –al menos para nosotros-, que tal vez sea su pasado. Pisado. Sus dedos llevan el pucho agonizante a la boca. El canario está descamisado. Aunque no lo veamos, un lagrimón de murguista está a punto de caer. Es algo que se ve sin mirar en el tablado de la vida. Su vida. Cuando el carnaval se dio a la fuga y “te largan a la cancha sin preguntarte si querés entrar, y encima, de golero…” Este “clic” es bohemia pura. Es mostrador. Vasos vacíos y penas llenas.

El Sabalero: José Carbajal emerge entre las sombras de la escena. Del escenario. Se ve como escapa de un cono de oscuridad el clavijero de su guitarra y como sus dedos pulsan las cuerdas que soltarán el acorde que ambientará otra historia extraída de su bolsita de los recuerdos” (que no vemos pero todos sospechamos que está ahí). “El Saba” parece rescatar entre tanta sombra una anécdota antes que se haga olvido y convertirla en arte. Arte decidor.

Hugo Fatorusso
: Aparece en el lugar que definió su vida para siempre: tras el atril. Leyendo una partitura.

Dogomar Martínez: en un ring imaginario, intercambia guantes con una estatua. El mítico boxeador, a las carcajadas, boxea con una estatua que se toma el combate muy en serio. En el golpe por golpe, se distingue a uno de esos tipos que no se achica en la pelea de todos los días: esa que tiene 365 rounds.

Eduardo Mateo y Fernando Cabrera: la joya fotográfica de la muestra. Todo un hallazgo que sintetiza el alma de la muestra. Un “inmortal”: Mateo. Y un “vivo”: Cabrera. Un “vivo” que aspira a ser “inmortal”. Mateo está posando en una actitud casi adolescente. Sentado en un sillón (venido a menos) y con la “gamba” sobre el apoyabrazos. Detrás suyo y de pie (en plan serio, casi de papá un tanto estricto) está Cabrera. De pelo bastante largo, jean gastado y chancletas.

Fernando Cabrera II: a pocos metros de la foto que comparte con Mateo, Cabrera vuelve a presentarse. Más elegante, de pelo corto y bien peinado. Con más años, más sabiduría y más arte hecho música que seguramente guarda en los bolsillos del sacón que leva puesto en esa postal –supongo que invernal y montevideana- en una plaza pública.

Ana Belén: está preciosa. Observando al suelo. Con carita “tristona”. Con gesto propio de princesa desencantada. Allí está, entre los marcos, tomándose con sus dedos la alianza que lleva puesta.

Luis Alberto Spinetta: fotografiado con lentes chiquitos (“lennonianos”, diría). Su rostro no esconde los años. El sabio poeta y músico se peina desordenadamente y parla. Deslumbra desde la palabra.

Joan Manuel Serrat: apunta al “más allá” con su índice y se ríe con ganas y si miedo.

Gilberto Gil: el trovador (y hoy ministro) dispone sus manos y asemeja un rezo. Quizás en verdad esté rezando y agradeciendo a los dioses africanos por anta magia.

Maria Betaña: está sentada a sus anchas en el escenario. Sobre las mismas tablas. Libre. Descalza. Canta ante el micrófono. Y seduce desde su don vocal. Mientras tanto, un papel flamea en su mano. Un papel en blanco. Es que, poco queda por escribir cuando se abrió el corazón y se dijo todo.

Vinicius de Moraes: va a dar un sorbo de agua, para aclarar su garganta, y poder seguir predicando belleza en la mesa de cualquier bolichito o cafecito de barrio.

Astor Piazzolla: es fotografiado con un movimiento de manos tal que uno presume que el genio de la música ciudadana está marcando un “antes” y un “después” de sus composiciones. Que, por cierto, no dejan de ser futuro.

Jorge Luis Borges: con una medialuna en la mano y el café con leche humeante delante parece pedir amablemente que alguien le lea algo de literatura clásica británica para terminar de cerrar una mañana perfecta.

Wilson Ferreira Aldunate: Wilson se pone apurado la corbata ante el espejo. La política lo reclama, lo necesita, lo espera. Y el hombre, no puede con su pasión. Allá va.

Rod Stewart: se arranca la corbata en un concierto. Igual que un estudiante rebelde… Repetidor… Y de sesenta y pico…

Hermenegildo Sabat: es retratado de ojos cerrados y el genial caricaturista parece rezongar a sus criaturas de grafito: “¡eso no se hace, que sea la última vez, eh!”

Gustavo Santaolalla: el gurú de los productores musicales latinoamericanos, señala bien arriba. Al cielo. A las nubes. El “escarizado” músico parece decir: “¡hasta allá n paro!”

Keith Richards: hace delirar su guitarra mientras desde otras tres fotografías, los demás “Stones” –Mick Jagger, Charlie Watts y Ron Word- lo miran como exigiéndole: “¡aflojá, Keith!”

sábado, 24 de marzo de 2007

“Yukata”: quien te viste y quien te ve

Museo Departamental: el arte del vestir japonés

Soy un impuntual compulsivo. Lo confieso públicamente. Y encima, nunca me he tratado profesionalmente. Pero algo me devolvió la calma: si viviera en Japón y tuviera que vestirme con sus atuendos tradicionales mi impuntualidad sería peor. Si poniéndome un jean y una remera llego tarde a todos lados, les juro –por lo que vi anoche- que de empilcharme con un “Yukata” no sería puntual ni para cumplir años.

Por Diego Sebastián Maga
Digamos que de moda no sé nada y de cultura japonesa (salvo por algunos dibujos animados que consumí de chico) sé bien poco, así que voy a encarar la crónica sobre la muestra de “Yukata” (vestimenta tradicional japonesa) partiendo de una materia en la que soy todo un experto: la impuntualidad (es decir, es como que vivo apurado pero por llegar tarde a todos lados). La exhibición (promovida por el Departamento de Cultura de la Embajada de Japón) se produjo anoche en el Museo Departamental y terminó siendo para mí toda una revelación: me enteré de que podría ser todavía más impuntual de lo que soy. La presentación estuvo compuesta de tres segmentos: uno de diapositivas (con una narradora que completaba la información visual), la proyección de un documental y un tramo final con dos modelos que hicieron una demostración de cómo es el proceso para vestirse y mostraron telas, texturas, accesorios y diseños (flores, mariposas, fuegos artificiales y animales). Allí quedó en evidencia que el tiempo y el arte que implica vestirse con estas túnicas niponas es extremo. Supongo que lo de la famosa “paciencia oriental” viene de ahí: de la parsimoniosa o meticulosa acción (no confundir con pachorra) de ponerse las pilchas. Tranqui y sin apuro, chicos y chicas japonesas se paran ante el espejo (elemento –en este caso- indispensable para empilcharse decentemente) y comienzan algo similar a una ceremonia o un ritual del vestir. Y tal cual parece, no hay una modalidad alternativa: o se hace lento o no se hace. En caso contrario, terminás con la apariencia de un matambre humano.
Según pude saber ahí (no crean que es porque fui a la Academia “Giordano”) originalmente estas batas (o kimonos hechos de algodón) eran utilizadas por gente de alto rango social y por personas que se iban a sacrificar en nombre de los dioses luego de darse un baño. Con el tiempo, el pueblo lo adoptó como prenda distintiva de los festivales religiosos y como trajes de fiesta.
Si bien con las décadas la población del país asiático abandonó esas preferencias y se volcó hacia un modo de vestir muy occidental, la tendencia actual –especialmente entre jóvenes- puso nuevamente al “Yukata” de moda. Eso sí, sin riesgo de vida. Ni tampoco de pasar por la ducha. Lo liviano de su tela y la comodidad que entrega a quien lo usa lo convierten en la ropa ideal para atravesar el sofocante verano japonés. Otro punto gratificante de lo que presencié es que ahora tengo una nueva excusa para dar cuando llegue tarde a trabajar: “hoy no pude venir en hora porque me estuve probando “Yukatas” en un par de tiendas de la Peatonal y como no conseguía de mi talle en ningún lado la mañana se me fue volando.” Eso sí, no es de extrañar que si el verso prospera mi patrón me pida que me haga el “hara – kiri” para que la historieta sea realmente convincente. ¡Arigato!

lunes, 5 de febrero de 2007

Heber Riguetti: nada se pierde, todo se transforma

El escultor expone durante febrero en Galería Angulo

Por Diego Sebastián Maga
Antes que nada, él es un especialista en el arte del reciclaje. Chatarra, desechos, elementos incompletos, rotos, fragmentos irreconocibles o inútiles para la cultura del consumo, han sido el génesis de su obra. Mientras el mundo del descarte funciona para usar y tirar, su universo artístico “gira” para levantar y crear. Rescatar de la indiferencia objetos “anónimos” y darles un sentido estético en “nombre de la creación”. El secreto: ver mucho donde otros no ven nada.

Sí, ese es su secreto: hurgar más que buscar. Hallar un sentido estético en aquello que todos creemos basura. En su taller nada se pierde, todo se transforma.
En tanto la cultura del consumo tiene el deber de usar y tirar, Heber Riguetti se reserva el derecho de recoger y crear. En contradicción con un mundo en el que el ciclo vital de las cosas es cada vez más acotado, su línea creativa combate a las etiquetas con fecha de vencimiento; las ignora. Después de todo, el fin del arte es perdurar. El fin del artista es inmortalizarse en sus creaciones. En consecuencia, el escultor juega con esos límites entre lo útil y lo inútil, el deshecho y el hecho, la vida después de la vida. Ese es el punto: dar nueva vida... una vida artística a un objeto que otros daban por muerto.
La creación de Riguetti tiene unas reglas internas que desafían las externas y cuando se contempla una de sus esculturas estamos en presencia de un sin fin de resurrecciones de materiales e ideas.
Durante este mes, tenemos a disposición la contraseña a su universo creativo: unas 20 obras se exhiben en “Espacio Arte” (Sarandí casi Asamblea).
Quienes pasen por la vidriera de Galería Angulo podrán captar la potencia estética de sus criaturas en un arco escultórico (de técnicas variadas) que va desde lo mitológico (un centauro hace equilibrio sobre una esfera) a lo popular (un “gramillero” está en pleno temblequeo de carnaval). En el fondo, un caballo emerge casi violentamente. Todas ellas, figuras que vibran. El componente unificador, es el movimiento y nada cuesta asociarlo con un poder expresivo que vive por y para la inquietud. Es que, la expresión jamás se queda inmóvil. Las ideas de un artista giran en su cabeza y le exigen transferir esas inquietudes al acto creativo. El arte es movimiento. Y un escultor vive dando vueltas alrededor de su obra inacabada (o ésta ante él) buscando el toque genial, la revelación que le permita captar la imperfección, la impureza casi imperceptible y traducirla en bellaza. Riguetti es un artista (autodidacta) que piensa y siente en 360 grados. Las emociones de un escultor se manifiestan en tres dimensiones y estos “giros” emotivos y, naturalmente, artísticos son los que movilizan al creador, hacen vibrar eternamente a la obra concluida y agitarán el goce estético en nosotros, los observadores, una vez que posemos los ojos en ella. “Mi preocupación es que la escultura se pueda ver desde todos lados: percibir un atractivo estético sea cual sea el ángulo. La visión es como una computadora que registra cientos o miles de imágenes por minuto. Yo trabajo y estoy girando permanentemente la obra. La voy componiendo a medida que la muevo uno o dos centímetros. La idea es que girando se encuentre un equilibrio, mírese de donde se la mire.”

Manos a la obra
Así Riguetti define su proceso creativo: “En muy contadas ocasiones he realizado un boceto gráfico previo al modelado. Esta escasez de planificación, hace que todas las tensiones se vuelquen al acto creativo. Directamente debo resolver que formas quedarán y cuales he de rechazar; dar orden al caos; seleccionar de las infinitas posibilidades, cual es la forma, o el punto que armoniza… decidir cual de ellas, permite la participación y cual cierra el diálogo (…)
En una última etapa, y no por eso desposeída de la angustia generada en la pérdida de lo realizado hasta el momento, se somete el modelo a aplicaciones de capa de resina poliéster que aportarán color, texturas y perdurabilidad (…)
Esos nacimientos, gozos, muertes y duelos son quizás lo que transmite la obra. No niego el tema, es más, este es el que me motiva a expresarme. Y es la forma de expresión lo que logra comunicar aquello que va más allá de lo material, lo intelectual y lo anecdótico.” La exposición quedó abierta al público el pasado fin de semana con la actuación de URBANDA. En la vidriera, a su vez, se proyecta un video (de 15 minutos de duración) que recopila imágenes del artista en su atelier en pleno acto creativo y de sus obras; algunas de ellas producidas para carnaval (vestimenta de murga “Los Rebeldes”).